lunes, 24 de marzo de 2014

Recuerdos de posguerra

Historia recogida por Adrián Semitiel Martín 
Concepción Fernández Moreno 

Nací en el año 1942 en Cieza.
Los primeros años de mi vida viví en Hellín, ya que mi padre era ferroviario. Me vienen a la mente los juegos infantiles a los que jugábamos, como el cuartete, las tres en raya, el tranco, la comba, etc.
En los tiempos de la posguerra pasé mucha hambre y necesidades. Mi madre se quedó viuda con tres hijos, el mayor de trece años, y con una pensión de trescientas pesetas. Tuvo que hacer un increíble esfuerzo para trabajar y poder sacar la familia adelante, muchas veces iba a Abarán andando a trabajar en la uva. Yo tuve que salirme del colegio con doce años para ponerme a trabajar.
Las necesidades eran tales que tenía solamente dos hatos o vestidos de invierno, y en verano, de hecho, usaba los mismos, solo que me subía las mangas para no pasar calor. Cuando tenía necesidad de hacerme otro vestido, le quitaba el color al vestido, y lo tintaba de otro color con unos polvos o tintes que vendían.
En cuanto a la alimentación, para merendar mi madre nos ponía una rebanada de pan con aceite, untada de pimentón para que pareciera sobrasada. En las tiendas de alimentación había pan de higo (que hoy casi no hay o no hay) y carne de membrillo (que sí que hay, pero mucho menos que antes). 
En la familia éramos cuatro, y mi abuelo, cinco. Mi padre falleció de un accidente cuando yo tenía 6 años, una mordedura de un perro, y como antes la medicina no era tan avanzada, murió. La muerte de mi padre hizo que volviéramos a Cieza, y nos instalamos en el campo de Baratear. Allí fui a la escuela hasta los diez años, y mi abuelo se quedó ciego y tuvimos que volver al pueblo. Estos tiempos eran de posguerra.
A los doce años me dejé la escuela y me tuve que poner a trabajar, ya que la pensión de mi madre era de apenas trescientas pesetas, y no daba para vivir todos. Mis primeros oficios fueron picando esparto, en la calle José Marín Camacho, que era la empresa de Manuel Bermúdez. Actualmente ya no se pica esparto en Cieza, ese oficio ha desaparecido. Ganaba treinta duros a la semana, que en aquellos tiempos era muy poco.
Recuerdo algunos utensilios de trabajo, como la artesa de madera, que servía para amasar el pan. Un cedazo era un objeto que actuaba como colador para que la harina pasara limpia.
Para lavar la ropa teníamos que ir al lavadero del camino de la fuente, que era un lavadero de un nacimiento de agua de la sierra de Ascoy, que actualmente se ha echado a perder. El agua de ese lavadero la aprovechan ahora para el riego. Como no había frigoríficos, los alimentos se refrigeraban en un armario llamado “fresquera”.

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