Historia recogida por Adrián Semitiel Martín
Concepción Fernández Moreno
Nací en el año 1942 en Cieza.
Los primeros años de mi vida viví
en Hellín, ya que mi padre era ferroviario. Me vienen a la mente los juegos
infantiles a los que jugábamos, como el cuartete, las tres en raya, el tranco,
la comba, etc.
En los tiempos de la posguerra
pasé mucha hambre y necesidades. Mi madre se quedó viuda con tres hijos, el
mayor de trece años, y con una pensión de trescientas pesetas. Tuvo que hacer
un increíble esfuerzo para trabajar y poder sacar la familia adelante, muchas
veces iba a Abarán andando a trabajar en la uva. Yo tuve que salirme del
colegio con doce años para ponerme a trabajar.
Las necesidades eran tales que
tenía solamente dos hatos o vestidos de invierno, y en verano, de hecho, usaba
los mismos, solo que me subía las mangas para no pasar calor. Cuando tenía
necesidad de hacerme otro vestido, le quitaba el color al vestido, y lo tintaba
de otro color con unos polvos o tintes que vendían.
En cuanto a la alimentación, para
merendar mi madre nos ponía una rebanada de pan con aceite, untada de pimentón
para que pareciera sobrasada. En las tiendas de alimentación había pan de higo
(que hoy casi no hay o no hay) y carne de membrillo (que sí que hay, pero mucho
menos que antes).
En la familia éramos cuatro, y mi
abuelo, cinco. Mi padre falleció de un accidente cuando yo tenía 6 años, una
mordedura de un perro, y como antes la medicina no era tan avanzada, murió. La
muerte de mi padre hizo que volviéramos a Cieza, y nos instalamos en el campo
de Baratear. Allí fui a la escuela hasta los diez años, y mi abuelo se quedó
ciego y tuvimos que volver al pueblo. Estos tiempos eran de posguerra.
A los doce años me dejé la
escuela y me tuve que poner a trabajar, ya que la pensión de mi madre era de
apenas trescientas pesetas, y no daba para vivir todos. Mis primeros oficios
fueron picando esparto, en la calle José Marín Camacho, que era la empresa de
Manuel Bermúdez. Actualmente ya no se pica esparto en Cieza, ese oficio ha
desaparecido. Ganaba treinta duros a la semana, que en aquellos tiempos era muy
poco.
Recuerdo algunos utensilios de
trabajo, como la artesa de madera, que servía para amasar el pan. Un cedazo era
un objeto que actuaba como colador para que la harina pasara limpia.
Para lavar la ropa teníamos que
ir al lavadero del camino de la fuente, que era un lavadero de un nacimiento de
agua de la sierra de Ascoy, que actualmente se ha echado a perder. El agua de
ese lavadero la aprovechan ahora para el riego. Como no había frigoríficos, los
alimentos se refrigeraban en un armario llamado “fresquera”.
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