sábado, 5 de julio de 2014

Ricos pero pobres

Historia recogida por Mirella Martínez Rubio

Mi tía-abuela me ha contado la historia de sus abuelos. 
Tenían una horchatería al lado del juzgado viejo, en el paseo (la única que había en Cieza). Se llamaba la Horchatería de los Ortuños. Hacían horchata y los mozos que tenían servían las mesas. Los dueños eran los padres y sus dos hijas. Cuando el padre y la hija murieron, la madre y su otra hija se quedaron solas y tuvieron que echar a los mozos porque no podían pagarles. Entonces su abuela empezó a vender los muebles de la horchatería (las sillas al asilo, las mesas de mármol….).
Después de venderlo todo y coger las perras, a los dos días cambiaron el negril* (la moneda), y las perras que consiguieron no les valieron de nada, se quedaron ricos pero pobres. Hicieron lía para poder comer, cogían la leña de la Atalaya, escardaban los pinos y también iban a Ascoy andando, a coger caracoles para poder venderlos.


* Nota de la Biblioalbares: Con "el negrín" la tía abuela de Mirella se refiere al dinero republicano; recordemos que en plena Guerra Civil, el 27 de agosto de 1938, un decreto del Ministerio de Hacienda del gobierno franquista ordenó la prohibición de «la tenencia de papel moneda puesto en curso por el enemigo», según reza el Boletín Oficial del Estado. A raíz de ese decreto, cientos de ciudadanos de todo el país tuvieron que entregar sus ahorros al Banco de España u otras entidades bancarias donde, a cambio, obtendría un comprobante, con sello y número, que serviría más tarde para obtener la misma cantidad en moneda franquista. Pero fueron miles las personas que nunca pudieron canjear aquel recibo por el miedo a las represalias anunciadas entre los requisitos para su devolución: el decreto franquista advertía de que el canje sería en función «del espíritu diligente» del solicitante y su trayectoria política debería estar debidamente avalada, lo que suponía un eficaz sistema disuasorio para los reclamantes del bando derrotado.

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